Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde. Muchos, muchos años después, aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Una tarde remota, con su padre, frente al pelotón de fusilamiento. Muchos años después, muchos, el coronel, en aquella tarde remota, había de recordar el hielo, el hielo frente al pelotón, frente al pelotón de fusilamiento. El coronel Aureliano Buendía había de recordar a su padre, muchos años después. Una tarde, el hielo que llevó su padre en aquella tarde de fusilamiento. Una tarde remota, Aureliano, muchos, tantos años después. Aquella tarde remota, su padre lo llevó, lo llevó a recordar el fusilamiento. Su padre lo llevó, frente al hielo, a recordar el fusilamiento, hace muchos, muchos años. Lo llevó a conocer el pelotón, el pelotón remoto, en aquella tarde de hielo. Muchos, pero muchos años después, el pelotón lo llevó a conocer el hielo, el hielo de su padre, el hielo del fusilamiento en aquella tarde remota. Muchos pelotones, muchos padres después, el fusilamiento lo llevó a conocer la tarde, a conocer al coronel, Aureliano Buendía. El coronel había de llevar a su padre, al pelotón, a recordar los años, a conocer el fusilamiento. Había de llevar a la tarde a recordar a su padre, frente al pelotón de hielo. Aquella tarde, aquella tarde remota, de pelotón y hielo, había de conocer, el coronel Aureliano Buendía, de conocer a su padre.

2 comentarios

Yamandú Cuvas.

Además de lo importante que es para la novela misma, ese inicio tiene el don de quedar resonando por años. Junto al de Don Quijote y el de El extranjero de Camús son absolutamente recurrentes pen mi.

Grandes comienzos. Otro muy lindo es el de Las ruinas circulares, de Borges: «Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado…»

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